Madonna quiere pasarlo bien en ‘MDNA’

Quizá Madonna haya dejado fríos a crítica y público con los dos singles de MDNA, que no han tenido la repercusión esperada. La artista no había publicado un disco nuevo desde el flojo Hard Candy de 2008 así que las expectativas eran muy altas teniendo en cuenta de quien se trata. No hay en este álbum demasiadas sorpresas por parte de una cantante que siempre se ha reinventado. Al contrario, Madonna apuesta en su mayoría por algunos terrenos conocidos a lo largo de sus 30 años de carrera que tan bien le han funcionado. Aprovechando que el dance triunfa actualmente, Madonna ha recuperado el espíritu de Confessions On A Dance Floor. Además, ha vuelto a colaborar con William Orbit, responsable de Ray Of Light, uno de los discos más aclamados de la artista. A ello hay que sumarle una Madonna con ganas de pasarlo bien, por lo que el resultado es más que interesante.
MDNA se abre con Girl Gone Wild, una declaración de intenciones desde que la cantante empieza a hablar. Madonna confiesa las ganas que tiene de divertirse y bailar sobre una melodía dance bastante disfrutable pero no tan adictiva como otros singles de la artista. Más pasada de rosca está I’m Addicted, una locura electrónica con tintes de Daft Punk que engancha desde el principio. Una faceta techno poco conocida en Madonna. También sorprende en Gang Bang. Su oscura melodía y su violenta letra la hacen perfecta para una película de gangsters. Quizá le sobra algo de tiempo, pero lo compensa con una buena sección de dubstep.
La diversión continúa en la veraniega y despreocupada Turn Up The Radio, en la que se nota la mano de Martin Solveig. Suyo es el single Give Me All Your Luvin’ con el que Madonna ha intentado competir en las listas con las nuevas generaciones sin haber conseguido su propósito. De hecho, esta canción ni siquiera es representativa del sonido del disco. Aunque parece hecha solo para la Super Bowl, es pop divertido y pegadizo, que no es poco. Solveig se muestra menos inspirado en I Don’t Give A. Esta canción post divorcio –Madonna dice que intentó ser una buena esposa- tiene un toque hip hop en el que la cantante no brilla. Incluso queda ensombrecida por el rap de Nicki Minaj, quien manda un mensaje claro al decir “Solo hay una Reina y es Madonna. ¡Zorra!”. Ni siquiera ayuda el final épico con un coro y una orquesta que encajan poco con el resto del tema.   
La anécdota de MDNA viene de la mano de Superstar, en la que la hija mayor de la cantante, Lourdes, se encarga de los coros. La adolescente debería quejarse a su madre por meterla en el tema de relleno del disco. Por suerte, las últimas pistas mantienen un buen nivel gracias a William Orbit, quien ya ha aparecido antes en el disco con la estupenda Gang Bang y el dance aceptable de Some Girls. I’m A Sinner, con unos sintetizadores bien usados, es lo más parecido a Ray Of Light que ha hecho Orbit desde entonces y Love Spent conquista desde el principio gracias al banjo que da paso a una excelente melodía electrónica en la que destaca el puente. Madonna se reserva para el final las dos únicas baladas de MDNA: Masterpiece y Fallin Free. Atrás queda el dance, sustituido por el sonido calmado de unas elegantes y delicadas cuerdas sobre las que se escucha a una Madonna muy natural. No eran necesarias, pero como mínimo no aburren y suenan bien.
MDNA no es el álbum más innovador de Madonna. Pero tampoco parece que ese sea su objetivo. La cantante presenta un disco divertido en el que demuestra que sabe adaptarse a las nuevas tendencias a la vez que aprovecha los aciertos de su larga experiencia. Madonna mantiene intacta la habilidad para conectar con sus colaboradores y sacarles el máximo provecho con el fin de elevar por encima de la media canciones que, en otras manos, podrían producir indiferencia.

Nota: 7,7
Destacamos: Gang Bang, I’m Addicted, I’m A Sinner, Love Spent
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