El séptimo álbum de Muse, Drones, está siendo catalogado como una vuelta a
los inicios de la banda. Ni siquiera ellos mismos se oponen a que sea descrito
así. Después de dos discos más experimentales –y divisivos-, los ingleses han
optado por un sonido más básico. Todo lo básico que puede ser un grupo que
tiende al exceso y al que le gusta jugar con el rock, la electrónica y la
ópera. En cualquier caso, algo ha cambiado cuando, a diferencia de los dos
anteriores trabajos, han compartido la producción. El veterano Mutt Lange ha
sido el elegido para ayudarles a dar forma a este disco que, otra vez, es conceptual.
La nueva obsesión de Matt Bellamy son los drones, aunque los usa como
metáfora para la distopía que conforma el álbum. En palabras del músico, Drones
es “el viaje de un humano desde su abandono y la pérdida de esperanza hasta el
adoctrinamiento del sistema para ser un dron humano hasta la deserción de sus
opresores”. Por eso, la poderosa, oscura y a la vez pegadiza Dead Inside sirve
como introducción. A pesar de estar hilvanada con la historia, también habla de
una ruptura, lo que hace pensar que quizá Matt se inspiró en su separación de
Kate Hudson. Justo a continuación, escuchamos a un sargento gritando a ese
protagonista al que acompañamos y que acabará convertido en un psicópata, tal y
como cuentan en la directa Psycho. El tema recupera a los Muse más primitivos,
esos que suenan a una banda tocando en el garaje. No es casualidad, ya que la
canción está construida en torno a un riff que llevan usando en sus conciertos
desde hace 16 años. La agresividad de este número queda contrarrestada con la
luminosa Mercy, que encapsula el momento en el que el protagonista “se da
cuenta de que está siendo superado por las fuerzas oscuras que le introdujeron”
anteriormente.
Pero Muse vuelve a darle potencia a las guitarras en la urgente Reapers,
donde sacan su lado más heavy, también presente en el inicio de The Handler.
Esta canción supone el punto álgido del
disco. Probablemente era lo que buscaba el grupo, ya que coincide con ese
instante de la historia en el que el hombre es consciente de su opresión. Y consiguen
llamar la atención sobre ello. Acto seguido –y después del fragmento de un
discurso de John F. Kennedy hablando sobre la corrupción en la democracia- llega
la canción de liberación, Defector, deudora de Queen. Luego está la popera
Revolt, que funciona como dos canciones en una con ritmos bien diferenciados
que se van intercalando.
Una vez hecha la llamada a la lucha, bajan las revoluciones del disco.
Aftermath es una balada lista para ser coreada tras la batalla. Y en The
Globalist intentan repetir la hazaña de Citizen Erased al montar una pieza de
10 minutos. Empieza como un spaghetti western que desaparece después de la
irrupción de unas guitarras que, contra todo pronóstico y provocando cierto
bajón, dan paso a una balada en la que suena un fragmento de
las “Variaciones Enigma” del compositor del siglo XIX Edward Elgar. Como
cierre, hay tres minutos en los que prácticamente escuchamos la versión
gregoriana de la banda cantándole a los muertos por culpa de los drones.
La vuelta a los inicios ha sentado bien a Muse, ya que lo han hecho con
un disco consistente con el que recordar por qué están donde están. En Drones, letras y música se dan de la mano para contar una historia épica que, nos
tomemos más o menos en serio, está bien construida y, sobre todo, nos deja buenas canciones.
Nota: 7,7
Destacamos: Dead Inside, Mercy, Psycho, The Handler
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